El hijo de un carbonero que luchó por salir de la pobreza y convertirse en abogado defensor de las causas justas
La historia de Adam Cassidy es un secreto a voces: él, enigmático náufrago, desapareció después de dejar en la aldea cántabra el germen de una estirpe de individuos de cabellos rojizos y espíritu indomable. En 1871, más de un siglo después de aquella visita llega al mundo Germán Díaz.
El pequeño pelirrojo crece feliz escuchando fantásticos relatos sobre su origen, pero cuando siendo aún niño, se ve obligado a emigrar e instalarse en una sucia carbonería gaditana, decide que la vida nada tiene que ver con las románticas expectativas de su madre y a punto está de enterrar sus sueños.
Providencialmente un joven periodista se cruzará en su camino y alimentándolo con grandes novelas y altos ideales, lo convencerá de que con su talento innato y la formación necesaria puede llegar a ser lo que desee. Años más tarde, convertido ya en abogado y dispuesto a abanderar aquellas causas comprometidas cuya defensa dan sentido a la palabra Justicia, entiende que su círculo profesional y la clase social dominante le harán pagar por su atrevimiento un alto precio de consecuencias inimaginables.

Extracto del libro
«La campana estuvo repicando como loca, le contó su madre, aquel 20 de marzo de 1871 cuando se enfrentaba al reto de parirle sin más ayuda que la de sus primas que le aplicaban compresas en la frente, como las vacas durante el trance se untan saliva a lengüetazos. Ocurre, a veces, que aunque sea imposible recordar algo, un olor, un sonido, lo evoca, y así, Germán a cada campanada recibe, como en flashes, los alaridos de Marcelina. Coincidían y se intercalaban con los rayos. La tormenta fue tal que el párroco, don Ildefonso Martín Gutiérrez, la consignó en el acta de bautismo.»